Y del cielo la vi caer...

lunes, 28 de abril de 2008

 



Un haz de luz cegador me cegó el 5 de marzo del 2008, observé hacia lo más alto del cielo y allí estaba, descendiendo lentamente, mis ojos no daban crédito a tan exuberante belleza, nunca antes había tenido la oportunidad de apreciar el significado tan exacto de la hermosura, me enamoré nada más verla por primera vez, notaba como mi corazón palpitaba más y más deprisa, pero yo, no era visible para sus ojos...

Descendió del cielo como un ángel, se posó a mi lado, y noté como desaparecieron todas las penurias y tristezas que anidaban en mi interior. Me hablaba y sus palabras penetraban en mi pecho alejando el escudo que yo mismo me coloqué en su día. No podía creerlo, un ángel había descendido del cielo para permanecer a mi lado, pasaron las horas y a cada segundo me sentía más y más feliz. Al final logré alzarme y colocarme al lado de mi preciado ángel, dejé a un lado mi sendero para empezar a caminar por uno totalmente nuevo, plagado de color, de ilusiones... de VIDA.

Caminé y caminé cogido a la mano de mi ángel, me sentía seguro y lleno de energía, intentaba aportar lo máximo de mí, no quería que viera que no estaba a su altura, temía que se arrepintiese por haberme elegido entre 10 millones. Estaba dispuesto a sacrificar mi propia vida tan solo para que se sintiese el ángel más afortunado de todos.

Al tiempo comprobé que el sendero no era totalmente llano, varios baches y piedras lo formaban también. Me dije a mi mismo, que un camino no sería tal si no hubiera dificultades al caminar. Traspase dichos baches sin soltar en ningún momento la mano de mi ángel, intenté ayudarle a sortearlos también, me sentía pletórico, lleno de vitalidad.

Durante la travesía aprecié aun más de cerca a mi preciado ángel, cada mirada, cada palabra, cada suspiro que desprendía me gustaba más que el anterior y a cada minuto mi paladar se endulzaba cada vez más con sus besos acaramelados. Y de un ángel me fui a enamorar, le juré amor eterno y le entregue la posesión más preciada que he tenido nunca: mi alma. Tenía ya un objetivo marcado en esta vida, imaginaba el resto de mis días paseando con aquel ángel que del cielo vi caer, dispuesto a enfrentarme contra cualquier huracán que osase interponerse en nuestro camino. A veces en la oscuridad de las noches estrelladas, el ángel me decía que no sabía como agradecerme que estuviese con él, que quizás me merecía otro ángel mejor, ¿Acaso existe un brillo más poético que el que me ofrecen sus ojos? ¿Acaso su sonrisa no es la culpable de que el sol aparezca cada día? Mientras oía esas palabras, mi alma se quebraba por dentro y en un grito desesperado me desgarraba las entrañas diciéndome a mi mismo: "¡Si ya lo haces! la mejor forma de agradecérmelo es estando junto a mi como estás haciendo".

La niebla matinal se hizo dueña del sendero, esa niebla que florece ante nuestros ojos, con la única función de unirnos más, agarrarnos más el uno al otro y así caminar con cautela, para salir de la niebla totalmente fusionados o bien para distanciarnos y lograr así que nos perdamos entre la espesa bruma.

Noté como su mano se soltaba de la mía, ¿Donde está? no la veo, de repente me encuentro solo, sin mi ángel, sin mi amor. La oigo pero no alcanzo a verla, la niebla, cada vez más espesa, me lo impide. He de encontrarla, se que está ahí, sigo escuchándola, se que me necesita al igual que yo a ella, estábamos fusionados en alma, no temo, se que la encontraré. Empiezo a andar gritando en silencio entre la bruma, ¿Por qué no alzo más la voz? ¿Tengo miedo a que se asuste? ¡He de luchar, me siento fuerte! ¿Por qué se soltó? ¿No la agarré con fuerza? ¿Me debilité y no pude sujetarla junto a mí? Grito, grito pero en silencio y sueño, sueño con hallarla de nuevo, se me ocurren millones de ideas para atravesar la niebla y así encontrarla de nuevo, pero se aleja, se aleja cada vez más. Tengo las piernas paralizadas y no puedo correr… como en el sueño aquel de mi infancia, donde era perseguido y apenas me podía mover. Pero esta vez es diferente, noto como soy yo el que no quiere correr y todo por temor a que se sienta acorralada con mi presencia, como en otros caminos ya pasados.

Hoy sigo andando por ese camino que inicié, pero el sol está oculto, tan solo las tinieblas me acechan, he de encontrarla, necesito demostrarle lo mucho que la necesito, necesito hacerle sonreír, quiero verle feliz. Añoro sus miradas, sus caricias y sus sonrisas... ¿Donde está el ángel que del cielo vi caer? Está entre la niebla... ya no grito en silencio, necesito que me escuche, que sepa que sigo aquí, buscándola para decirle lo mucho que significa para mí, para hacerle ver que un ángel y un simple mortal pueden hallar juntos la felicidad.

Duro es el destino que nos ha sido escrito, pero le doy gracias por dejarme caminar conjuntamente un ángel que del cielo vi llegar, si la niebla me impidiese llegar a él de nuevo, se que siempre la tendré junto a mí, pues habita en lo más profundo de mi corazón, y siempre la querré.

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